Observando con ojos de meteorólogo el Baile a orillas del Manzanares, pintado por Goya entre 1776 y 1777, uno puede saber que esas nubes de tormenta crecen rompiendo la línea del horizonte desde los montes de Toledo y no desde la sierra de Madrid. Son un tipo de cúmulos, las nubes más retratadas en historia de la pintura, que tan bien sirvieron al aragonés para dar contraste a sus personajes y simplificar la ardua tarea de recrear los elementos del paisaje.  

Al tiempo que Goya pintaba este cartón para tapiz nacía en Inglaterra John Constable, autodenominado “el hombre de las nubes”, no solo pintor y paisajista, sino estudioso hasta la obsesión de las formaciones que otro inglés, Luke Howard, clasificó en su ensayo de 1802. Hasta ocho describió y nombró, convirtiéndose en uno de los padres de la meteorología. 

Lo contó el físico del aire, consultor de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y editor de divulgameteo.es José Miguel Viñas en su paso por Maridajes Cuánticos en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. También habló de los “enmarañados cielos velazqueños”, a los que el genio sevillano no regateaba el lapislázuli, o de las características nubes lenticulares que recrearon Piero della Francesca y Andrea Mantegna desde su ubicación transalpina.  O el mismo Dalí, al sur de los Pirineos.

Todos ellos “pintaban lo que veían”, al igual que Turner, Vang Gogh o Munch reprodujeron en sus obras peculiares cielos cubiertos de partículas volcánicas. “Ningún artista puede aislarse de la influencia ambiental”, pero además los cuadros ofrecen información climática y meteorológica sobre el pasado, tal y como reflejan las inundaciones de Sisley o la Vista de Zaragoza de Martínez del Mazo.

Muchas de estas pequeñas actas notariales levantadas por pintores de toda la historia forman parte de la ‘Pinacoteca Meteorológica’ que José Miguel Viñas custodia y atiende en su web. Recientemente, algunas han dado el salto al papel en la última publicación de este madrileño habitual de medios: Conocer la Meteorología. Diccionario ilustrado del tiempo y del clima, donde no solo aparecen 2.000 entradas desde abaceo hasta xilsa, sino que además hay figuras, fotografías, anécdotas y textos prolijos en sabiduría climática y artística.

La tercera cultura.